Regresemos por un momento a los aspectos míticos que pueden diferenciar a ambas criaturas, hasta el punto de contraponerlas formando bandos antagónicos. Esto se logra tomando algunas de las muchas ideas que pueden componer un mito y estructurando una nueva mitología, dotada también de nuevas reglas para su difusión y aceptación en una cultura, época, o lugar determinado. Empecemos por realizar misma pregunta para ambos seres:
¿Con qué relacionamos usualmente a un hombre lobo, y con qué cosa a un vampiro?
La pregunta es tan básica y simple, y sin embargo necesaria. En cuanto al primero lo relacionamos con el lobo, un animal real que el hombre conoce, teme y admira, desde hace miles de años. Sin embargo, ¿cuál es la primera relación establecida para con el segundo? Respuesta: un cadáver transformado que cobra vida.
La relación usualmente establecida es entre un ser no humano vivo y un ser humano muerto, este último además transformado, transmutado de manera horrenda, putrefacto, mohoso, pálido, etc. Pero la imagen más extendida del vampiro sigue siendo una figura más o menos humana. Y aquí es importante recalcar lo sostenido por Masters; el hombre lobo refiere más a lo mental, a una alteración de la conducta y la personalidad humana en un ser todavía vivo; pero el vampiro es un ser atravesado por la instancia definitoria de la muerte y transformado por ésta, por sobre todas las cosas es alguien que ha pasado al otro lado, al mundo tenebroso de los fallecidos, dejando así de participar de los ciclos de la vida. Alejado de manera drástica de los demás seres humanos todavía vivos, pero también lejos del lobo y de todos los demás animales en cuanto seres vivos. El vampiro del mito es un ser que ha cortado sus lazos con todo aquello que todavía posee vida dentro de la naturaleza.
Y otros aspectos puntuales pueden actuar como separadores de dos mitos que en un momento previo estaban relacionados de alguna forma; el hombre lobo era un humano que se convertía en una temible bestia, pero luego volvía a su forma humana y a su vida como hombre, camuflándose entre la gente común. Pero el vampiro, una vez convertido en tal, ya no podía volver al estado natural de vida en un ser humano normal, y además en muchos casos ya no vivía entre seres humanos, tan solo permanecía en el sepulcro y se atrevía a salir sólo para aterrorizar a quienes todavía no habían sido corrompidos.
Por otra parte el lobo es considerado en varias culturas un animal totémico, un espíritu guía; podía temérsele en ciertas ocasiones, pero en muchas otras era un ser incorporado de forma positiva a diversas creencias religiosas y espirituales. Y, en última instancia, podía matársele en forma natural; un disparo, una flecha, etc. Pero no era tan fácil hacerlo al tratarse de un muerto viviente, en algunas partes de Europa no se consideraba suficiente cortar la cabeza y los miembros del difunto considerado un vampiro, ni lo era arrojar aceite hirviendo o clavar una espada o estaca de madera en su corazón. La concepción que de este se tenía era tan alejada de lo natural que se pensaba que solamente reduciendo su cuerpo a cenizas hasta la última partícula podía destruírsele.
En síntesis, muchos elementos referidos al ser conocido como vampiro nos hablan de algo alejado de los ciclos naturales, de las leyes por las que hombres y animales están unidos. Esto no ocurre con el lobo y entonces tenemos dos criaturas que simbólicamente sintetizan los principios de vida y muerte, vitalidad y carencia de ella. El mundo natural, a veces temible pero conocido y previsible, contrapuesto con el mundo sobrenatural que no obedece las reglas de la naturaleza y sin embargo se pasea a través de la forma del vampiro, por el mundo de los hombres. Dos mutuos némesis, dos antagonistas que se complementan muy bien para narrar una guerra ficticia.
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